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Historia
Ramiro I, A calzón sacado
Ruta de huida regia a través del antiguo reino de la Valdonsella entre Navarra y Aragón
A continuación vamos a descubrir una ruta turística con profundas raíces históricas; la que nos va a llevar desde la ciudad de Tafalla (al este de la provincia de Navarra) hacia el entorno de la antigua comarca de Pino Alto, actualmente denominada los Pintanos (al oeste de la provincia de Huesca). Es una ruta que atraviesa de oeste a este el antiguo reino de la Valdonsella, cuyo eje central es regado por el río Onsella y que fue habitado en sus orígenes por el pueblo de los suesetanos. Y para ello nos vamos a apoyar en un relato histórico, poco conocido, pero determinante para nuestra comunidad.
Tenemos que remontarnos a la muerte del rey navarro Sancho Garcés III el Mayor, el 18 de octubre de 1035 d.C., y comprobar que el reparto de su extenso reino produjo una serie de desencuentros encadenados entre sus hijos, quienes en definitiva pugnaban por recuperar toda o gran parte de la herencia de su padre. Esos malentendidos fueron debidos, en gran medida, a que el difunto rey había dejado, en tenencia, a sus hijos ciertos dominios y condados en vida. Uno de esos desencuentros fue protagonizado por García (el primogénito legítimo, que adoptó el nombre García Sánchez III de Nájera) y Ramiro (el primogénito ilegítimo, que adoptó el nombre de Ramiro I). El primero de ellos había heredado la parte del león del reino, mientras que el segundo había heredado (como ya hemos encionado, en tenencia y como regulus ya desde el año 1015 d.C.), en cambio, la parte del ratón, o lo que es lo mismo, el primero el reino nominal de Pamplona, y con ello la legitimidad regia, el derecho de vasallaje y la fidelidad del resto de los hermanos; y el segundo, el exiguo condado de Aragón (que abarcaba entonces un espacio entre el valle del Roncal y el de Tena y entre la divisoria pirenaica y San Juan de la Peña).
El nuevo soberano de Aragón, con derecho a título de rey (aunque no esgrimido nunca como tal pues firmaba en los escritos oficiales como “quasi pro regis, en bailía y servicio de Dios y de sus santos”), fianzó su herencia territorial, en un primer momento, asegurando la frontera norte con los francos mediante su boda, el 22 de agosto del año 1036 d.C., con Gisberga-Ermesinda, hija del influyente y poderoso conde de Bigorra, Bernardo Roger y, en un segundo momento con la apropiación, en el verano del año 1044 d.C., de los condados de Sobrarbe y Ribagorza en la frontera este de sus dominios, por elección (más bien convicción) entre sus barones tras la muerte de su hermano Gonzalo, titular de los mismos tras el reparto del reino de Pamplona, como ya hemos visto (este hecho ocurrió en una cacería en Lascorz, sobre el puente del río Usía, en el camino que iba de Murillo de Monclús hacia el valle de Tierrantona, el 26 de junio del año 1044 d.C., a manos del gascón Ramonet de Tomanera).
El rey Ramiro ya tenía afianzadas dos fronteras; pero un año antes ya había intentado, sin éxito, asegurar el oeste de su reino, justificando su acción en una excusa muy anterior. Esta la encontró en un hecho de armas; la batalla del valle de Tamarón, cerca del río Pisuerga, el 4 de septiembre de 1037 d.C., donde sus otros hermanos, García y Fernando (este último bajo el nombre de Fernando I de Castilla) coaligados, habían vencido a su cuñado Bermudo III, rey de León. El caso es que en el reparto posterior de territorios no se tuvo en cuenta a Ramiro, quien había aportado tropas de forma indirecta (pues todos los contendientes del bando castellano-navarro eran hombres provenientes de las fuerzas de su padre), lo que proporcionó la reclamación tardía y la justificación del momento para que Ramiro se decidiera a actuar, a finales de ese mismo verano del año de 1043 d.C., contra el primero de ellos y organizara una campaña de agresión cuya primera acción fue el sitio de Tafalla, enclave de comunicaciones vital para controlar el corazón del reino pamplonés, entre las villas de Pamplona y Nájera, su antigua y nueva capital.
Era, en definitiva, un movimiento estratégico planeado en coordinación con los dos anteriores y previo a una futura agresión contra los musulmanes más al sur. Para ello contaba, además de con sus fuerzas aragonesas, con la neutralidad teórica de las tropas moras de Ahmad Al-Muqtadir, rey de la taifa de Saraqusta, y la connivencia de parte de la nobleza navarra, fiel a sus reivindicaciones.
Ramiro montó una expedición de forma apresurada, sin sus mejores tropas (muchas de ellas desgastadas en la anterior batalla, parte de las cuales pertenecieron a su padre y otras aún ocupadas en afianzar sus fortalezas en la frontera sur y el limes oeste con los condados de Sobrarbe y Ribagorza), con contingentes mercenarios de árabes (de Saraqusta, Tutila y Uasqa) y montañeses sin una lealtad contrastada, y sin un estudio en detalle ni de las rutas de aproximación ni de las defensas y efectivos de su contrincante. Ello provocó que, antes de haber organizado ni el asedio de la villa de Tafalla ni la fortificación de su propio campamento (sito en el campo de Barranquiel, al suroeste de la anterior villa), fuera atacado en la primera noche por el ejército navarro y puesto en desbandada hacia sus dominios. Literalmente tuvo que huir con lo puesto y, “a calzón sacado”, partir con un centenar de hombres hacia tierras aragonesas hasta alcanzar la primera zona fortificada donde poder refugiarse
con un mínimo de probabilidades de seguridad. Cuentan las crónicas que en su huida el rey dejó sus calzas, su jubón y hasta su cota de malla; podemos afirmar que se fue con lo puesto.
Se habla de que, en esos momentos de tensión y pánico, el conde Sancho Galíndez, senior de la Garcipollera, fue el lugarteniente que capitaneó esa huida de los aragoneses
y que además decidió la ruta de evasión; el itinerario más lógico, en un primer momento, era encaminarse hacia Sos aunque se expusieran a ser amenazados desde Sangüesa, plaza fuerte de los navarros. Pero para ello contaban con una buena baza; el apoyo incondicional y la experiencia de Jimeno Garcés, tenente de Sos, y ayo del rey, que se encargaría de cubrir ese flanco y de la retaguardia de la huida, para contener finalmente a los navarros en su fortaleza. Por lo anterior, se desechaba el itinerario más inseguro del norte (por la Canal de Berdún) hacia Tiermas, Sigüés y Berdún (plazas más fortificadas entonces y con guarnición permanente la última de ellas, aunque más expuestas al ataque navarro desde Lumbier, Liédena, Burgui y Ruesta). Desde Sos la lógica era seguir hacia Navardún y de allí, por el valle del río Onsella, hacia Biel (también ambas protegidas pero igualmente expuestas al ataque, en este caso, de los musulmanes con razzias desde Sádaba y sus posiciones avanzadas de Castiliscar). Todo lo cual decidió la elección de un itinerario claramente imprevisto, tanto para unos como para otros; el que va hacia el enclave de los Pintanos, sobre todo por dos razones obvias; lo abrupto del terreno que impedía la persecución y facilitaba la ocultación en una zona bastante boscosa y salvaje; y la contrastada lealtad de Exemén Soteras, senior de esas tierras, a quien ya conocía el rey Ramiro en campañas anteriores contra los moros y de quien no tenía dudas y sí en cambio del resto de súbditos, seniores y tenentes, tanto aragoneses como navarros, de las tierras y fortalezas próximas a Sangüesa, Biel, Ruesta y de la marca defensiva del sur, así como de sus aliados moros que, sin duda, les estarían esperando para sacar provecho de la derrota.
La suerte estaba echada y con ella el devenir de la historia de Aragón. Veamos ahora más en detalle esa ruta de huida e ignominia para el rey Ramiro y examinemos los hitos y su encastre en el paisaje, sobre todo en la parte aragonesa.
Primera jornada: de la oscura derrota en Tafalla a las primeras luces de Sos
angosto, aunque con el inconveniente, en su parte central, de un puerto como el de Lerda, muy húmedo en esas horas nocturnas de final del verano, lo que pudiera haber, con el esfuerzo realizado, reventado la mitad de sus monturas en la primera cabalgada citada hasta Eslava. Los huidos pasaron del río Zidacos al Aragón, alcanzando la teórica seguridad de la fortaleza, en aquellos momentos aragonesa, de Sos, donde podría el rey y su grupo, finalmente, reponerse y abrigarse.
Este primer esfuerzo supuso la pérdida de un grupo de caballeros e infanzones muy experimentados y leales para Aragón en esos momentos, tales como; Aznar Galíndez, Íñigo Jiménez de Guasillo, Jimeno Garcés, García Sánchez, Jimeno Íñiguez, Ariol Sánchez y Lope Sánchez.
La estrategia de persecución de los navarros
La villa de Sos siempre había sido leal al rey Ramiro, desde su tenencia en 1015 d.C. hasta la subida al trono de García, lo que explicó que se ejerciera una feroz y eficaz resistencia contra los navarros tanto de los provenientes de Sangüesa en un primer momento como al grueso de las fuerzas que venían en persecución desde Tafalla. El plan de huida obligaba al rey a partir inmediatamente sin esperar auxilio en esa plaza, pues estaba muy alejada de sus reservas en Berdún y Jaca y, de acuerdo a la posición de sus perseguidores, el tiempo corría en su contra.
En esta persecución desesperada el ejército navarro iba tomando de forma sucesiva plazas y territorios; no debió de ser muy difícil, pues estas posesiones habían pasado indistintamente a manos aragonesas y navarras en los últimos dos decenios tras la muerte del rey Sancho el Mayor, por lo que las lealtades no estaban del todo contrastadas, y con ello el rey aragonés no podía permanecer mucho tiempo en las mismas; urgía continuar la ruta de huida. Así, tras la toma inicial por los navarros de Eslava, Sada y Aibar, y el posterior cerco a Sos, le siguieron la toma, en un avance por dos ejes, de las siguientes aldeas y plazas fuertes; bajo el mando de Íñigo Sánchez, que partió desde Ruesta, las de Escó y Sigüés en el norte, y bajo el mando de Fortún Sánchez, que partió desde Sangüesa, las de Navardún, Isurre, Uncastillo, Luesia y Agüero, para cercar finalmente la fortaleza de Biel, en el sur, donde resistió con éxito su tenente, Velasco Ariol.
Segunda jornada: hacia Los Pintanos; el final de la huida y la salvación del rey
Una mayor resistencia al avance navarro y la difícil progresión por el espacio comprendido entre la depresión del río Aragón y la Sierra de las Salinas, impidió unir, de forma rápida y efectiva, los dos ejes de persecución de los navarros y confluir con éxito antes de que el rey Ramiro se acogiera a los dominios de los Soteras en los Pintanos; esa fue su salvación. Por otro lado, ya en esos momentos, el tiempo corría a favor de los aragoneses que, escasamente en una semana, empezaron a recibir refuerzos desde la guarnición de Berdún y desde la capital, Jaca, con lo que pudieron estabilizar
las posiciones hasta ese momento alcanzadas por los navarros. En esta última jornada de huida, además de los hombres de armas e infanzones citados, acompañaron al rey otros como Lope Garcés, Suñer Jozfred, Íñigo López y Sancho Garcés.
El rey alcanzó la seguridad de la fortaleza de Pintano al anochecer de esa segunda jornada; este hecho le valió, desde ese momento, la denominación de Castillo Real y las tierras pasaron a denominarse “del rey”, con lo que Los Pintanos alcanzaban un reconocimiento en el nuevo reino de Aragón que nunca perderían, aunque pagarían muy caro, pues en el año 1283 d.C. los navarros y franceses asolaron el valle, seguramente con el recuerdo de este hecho, haciendo desaparecer las aldeas de Espedregales, Noguera, Olaya, Soteras, Castiello y Miranda, y dejando re-ducidos los núcleos de población a los actualmente existentes; Pintano y Undués Pintano.
La estrategia política de resolución y estabilización
El rey García, tras la anterior campaña y con el objetivo de estabilizar los limes con el nuevo reino de Aragón en el oeste, quiso distender sus relaciones con su hermano Ramiro, y el 2 de noviembre de 1044 d.C. se reunieron, bajo la mediación del abad Odilón de Cluny, en el monasterio de Sojuela y escenificaron la reconciliación mediante, en primer lugar, la colaboración en la toma de la fortaleza de Calahorra a los musulmanes (conjuntamente por castellanos, navarros y aragoneses en 1045 d.C.), y en segundo lugar, la devolución a Ramiro, ya a finales de ese mismo año, de las plazas fortificadas de Luesia, Agüero y Uncastillo, además de tierras de los alrededores de las fortalezas de Sos y Biel.
Finalmente, y tras la muerte del rey García Sánchez III de Pamplona ante su hermano Fernando I de Castilla y León el 15 de septiembre de 1054 d.C. en la batalla de Atapuerca, se firmó, entre octubre y diciembre de ese mismo año, un pacto entre Ramiro y el hijo del anterior, Sancho Garcés IV el de Peñalén, también en el anterior monasterio riojano, que puso fin a la disputa territorial en esta marca entre Navarra y Aragón, y en la que los navarros devolvieron la totalidad de las tierras comprendidas entre las villas de Sos, Sigüés y Biel (incluidas las de Lerda y Undués), y las incluidas en los valles de los ríos Escá, Aragón y Onsella, lo que incluía también la comarca y la villa de Sangüesa; ello centró, finalmente, el esfuerzo de ambos reinos en su lucha contra los moros, en el meridión de sus respectivos dominios.
En resumen, querido lector, esta ruta hay que realizarla de la forma en que la llevó a cabo nuestro protagonista, “a calzón sacado”, es decir, a toda velocidad, sin detenerse en barras e impedimentos, para poderla materializar en una sola jornada y llevarnos esa impresión de tránsito, huida e indefinición inicial entre dos antiguos reinos, y a la vez disfrutar de sus paisajes, tanto en cuanto a su aspecto actual, ordenado de explotación agrícola, como salvaje que aún conservan, sobre todo, el entorno del río Regal, en su destino final.
(Autor: Fernando Soteras Escartín para la revista Aragón - Artículo completo (texto y fotos), cedido para esta web por SIPA, Centro de Iniciativas Turísticas)